Uno nunca sabe bien por dónde empezar con estas cosas, la verdad. Se supone que el universo de internet, ahora que el Texto Plano lo gobierna todo, debería ser más sencillo. Pero, francamente, a mí me parece que se ha vuelto más denso, más... gris.
Antes, con eso del HTML, el CSS, las imágenes que parpadeaban, los GIF animados, uno navegaba con una especie de ansiedad, la ansiedad del color, de la forma. Ahora, en esta realidad textual, todo es monocromo, una sucesión interminable de caracteres que parecen haber perdido el entusiasmo. La web es un enorme y polvoriento archivo TXT.
Mi problema, y creo que es un problema que me tiene un poco extraviado estos últimos días (o quizás semanas, he perdido la cuenta de cuándo fue la última vez que vi un color que no fuera blanco o negro sobre el fondo del monitor), es un tal Enlace Roto.
El Enlace Roto no es, técnicamente, un enlace. Es solo la palabra "ROTO" escrita en mayúsculas, justo en el medio del documento sobre la "Guía de Mantenimiento de Plantas de Interior para Climas Secos" que estaba leyendo. La palabra aparece sin ninguna explicación, sin un hipervínculo que se desvanezca en el vacío, sin ese molesto mensaje de error 404. Es solo: ROTO.
Y eso me descoloca.
Porque el Textus Planus, como lo llaman los puristas, se basa en la utilidad. Todo debe tener una función clara. Una palabra, una línea, un espacio en blanco; todo está ahí por algo. Pero ese ROTO no sirve para nada. No lleva a ninguna parte. Es un bloque de sin-sentido puro, como un sueño mal recordado.
Anoche me desperté con la sensación de que el ROTO me estaba observando. No literalmente, claro. Es texto. Pero uno desarrolla una sensibilidad para estas cosas cuando pasa once horas al día leyendo archivos sin formato. Me levanté, preparé un café instantáneo que sabía a ceniza de cigarrillo viejo, y volví al monitor. Ahí estaba: ROTO.
Intenté borrarlo. Usé Supr. Usé Backspace. El cursor parpadeaba sobre la 'R' como un insecto atontado, pero el carácter no se movía. Pensé en cambiar la codificación, tal vez era un problema de encoding, alguna broma pesada del pasado que se coló en el plano actual. Pero no, UTF-8 puro, sin trucos.
Llamé a mi amigo, el que se dedica a hacer crucigramas —lo único que se salvó del Textus Planus, porque ya era una estructura textual pura—. Le pregunté por el ROTO.
"Mira", me dijo, con esa voz cansada que tiene el que lleva años lidiando con definiciones ambiguas. "Si no lo puedes borrar, si no tiene una función lógica, si simplemente está ahí... entonces es un Fantasma Sintáctico."
Me quedé en silencio, sintiendo el café amargo en la garganta.
"No es un error del sistema," continuó. "Es un fragmento del viejo internet, un residuo de la Forma que se niega a disolverse. Una etiqueta de cierre, un </> olvidado, que ahora solo puede manifestarse como una palabra sin contexto. Es la ausencia de sentido. La forma de la nada."
Colgué.
Ahora estoy aquí, en mi escritorio lleno de papeles que no significan nada, mirando el monitor. El ROTO sigue allí. No sé si debería intentar interactuar con él, si existe alguna forma de que me lleve a esa otra realidad, la de los colores y los menús desplegables y la música MIDI. O si simplemente debo acostumbrarme a que el Texto Plano, en su infinita y aburrida extensión, también alberga sus propias aberraciones, sus pequeños horrores personales, que no tienen más propósito que el de estar ahí y hacer que uno se pregunte si en verdad está leyendo o si solo está soñando que lee.
Estás ficciones literarias tecnológicas son de mis preferidas. ¡Muy bueno!
Estás ficciones literarias tecnológicas son de mis preferidas.